Todos los días, cuando faltan quince para las cinco, suena el despertador de Ana Morales.
Su primera tarea es alistar a sus dos hijas para el colegio, pero también a su nieto de un año, del que está a cargo desde que nació.
Su hija, de 20 años, está en silla de ruedas a causa de una atrofia muscular. Ella también tiene una discapacidad auditiva y verbal (sordomuda).
Hace dos años, la joven quedó embarazada y Morales se convirtió en abuela-madre.
“Fue una noticia bastante difícil de aceptar. No fue un embarazo deseado, fue por medio de una violación”, alertó esta mamá, de 35 años y rostro cansado.
A las 6:30 a. m. los cuatro salen por la puerta de la casa, en el Barrio San Martín, en Alajuela.
Morales empuja la silla de su hija, mientras esta sostiene a su bebé encima del regazo.
Cada día camina media hora a paso rápido hasta el colegio de sus hijas. “Tomar el autobús los cuatro sale muy caro, no me lo puedo permitir”, aclaró.
Noticia tardó en llegar. “Cuando nos dimos cuenta del embarazo, ella tenía más de tres meses”, declaró la cabeza de familia.
De hecho, reconoce que se enteraron de la noticia porque la joven se puso mal de salud, con dolores de cabeza y náuseas. “La llevamos al Ebais y para descartar, ellos le hicieron la prueba de embarazo”.
Fue una verdadera sorpresa, dice, porque además, por su condición médica, la joven estaba operada para no tener hijos.
Cuando iba a cumplir los 18 años a la joven le ‘ligaron las trompas de Falopio’, método quirúrgico para lograr la esterilidad femenina.
“Es lo que nos aconsejó el Centro Nacional de Rehabilitación (Cenare)”, apuntó la madre.
Como en la mayoría de cosas en medicina nada es 100% seguro, un margen de error de menos del 1%, hizo que la hija de Morales concibiera.
Eso sí, el bebé nació de forma prematura. A los siete meses, la joven dio a luz en el Hospital San Rafael de Alajuela.
El niño nació sin padecimientos, pero los primeros meses de vida los pasó internado en el centro médico, completando su desarrollo.
En busca de apoyo. Para afrontar la situación actual, esta familia alajuelense está a la espera de que el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) atienda su caso.
“Nos dicen que estamos en lista de espera y que ya nos llamarán para que echemos los papeles, aunque eso fue el año pasado”, contó.
Además de acudir al IMAS, esta madre de familia también pidió ayuda en el Cenare, incluso envió una carta a la municipalidad de Alajuela. Sin embargo, aún no tiene respuesta de ninguna de las instituciones.
El gasto que más le cuesta afrontar es el alquiler del apartamento. “Soy limpiadora de casas, entre pagar comida y pañales, el sueldo no me da para más”, constató.
También ella aspira un poco más de apoyo psicológico para su hija tras la experiencia del abuso físico que sufrió. “Hay pocos psicólogos que hablen Lesco –lenguaje de señas costarricense–, y los que lo hacen, las sesiones son muy caras”, expuso.
Además, según la mamá, la joven no habla sobre el asunto, y si se le pregunta se enoja y llora.
¿Ella sabe que es su hijo? “Sí, a uno le dice aquí está la herida, señalándose la panza”, reveló.
El declarado culpable de la violación ahora está en la cárcel. Un juicio abreviado, lo sentenció a una pena por 10 años. “La fiscal nos recomendó que era mejor así –juicio rápido–, y menos doloroso para ella”, dijo esta abuela, quien a pesar de todo dice que el niño es “el rey de la casa”.