En los inicios de la actividad cafetalera en Costa Rica hay curiosidades llamativas. Se ha difundido que la primera exportación data de 1820, y hasta hay una marca de café que lleva tal año por nombre, pero son poco conocidos algunos detalles en torno a aquella exportación. Algo nos dice al respecto el Álbum de Figueroa , nutrido compendio de dibujos, árboles genealógicos, mapas y numerosas fuentes, recopilados por José María Figueroa Oreamuno (Alajuela, 1820-San José, 1900).
Ese voluminoso documento, que se conserva en el Archivo Nacional de Costa Rica (ANCR), siempre es fuente de sorpresas y amplía datos sobre la primera embarcación que llevó café fuera de nuestras fronteras, al tiempo que narra el final que tuvo el navío.
Albores cafetaleros. Se cree que la planta de café llegó a Costa Rica a fines del siglo XVIII, pero ningún documento brinda exactitud de cómo, cuándo o por qué arribó.
Desde los albores del siglo XIX, la mata se exhibió como arbusto decorativo en algunos jardines y huertos caseros; luego comenzó a cosecharse y a apoderarse del gusto de los costarricenses, desplazando al chocolate y a la bebida de panela. Pronto se inició su cultivo comercial y devino un producto económicamente rentable. Para mediados del siglo XIX, el café era una importante fuente de ingresos de la recién formada república.
La primera exportación conocida está documentada en la Sección Histórica del Fondo Complementario Colonial del Archivo Nacional, con el número 3.209 de 1820.
Nos referimos a una pequeña hoja, un sencillo parte de aduanas con anotaciones concisas. Es la nota de los efectos exportados a Panamá en el “pailebot” (embarcación pequeña) Nuestra Señora de los Ángeles , también llamado El Costarrica . Está fechada en Parismina, el 12 de octubre de 1820. El listado incluye carne de primera, dulce, ajos, sebo, quesos, arroz, jabón y' un quintal y una arroba de café.
Queda para suposiciones considerar si el producto viajó verde, en pergamino o en grano de oro, aunque sí hay certeza de que iba protegido bajo una póliza de los señores Gregorio Alfaro y Ramón Jiménez.
El documento asombra pues exhibe destacados referentes de la simbología nacional. El pailebote lleva por nombre el de la figura preponderante de la religiosidad costarricense, la Virgen de los Ángeles; además, consta que se lo conocía por el nombre del país. También despierta la curiosidad que el producto que sustentaría la economía costarricense partiera en la efemérides de la llegada de los españoles a América.
El maestro y capitán del barco no desmerece ante los iconos señalados. El parte aduanal dice que fue el prócer Gregorio José Ramírez, de quien ciertamente sabemos que era un avezado lobo de mar.
La flota tica. Con firme trazo manuscrito, José María Figueroa en su Álbum completa la información del parte de aduanas y consigna el final de la goleta emblemática. En un variopinto folio (tomo 1, folio 9, frente) muestra, además, el único dibujo que se conoce de aquel navío, tenido por el honrado con la primera exportación de café.
Sin mayor jerarquía, figura al lado de otros bajeles con nombres de dignidad disímil. En el dibujo, el Costarrica y el Bergantín Goleta San Juan alias El Velador comparten honores por igual con un bergantín de guerra español y con las goletas San Rafael y Culo de Pollo .
Los buques se construían “en palo, las velas las hacían de tela del país, la jarcia la hacían de majagua, y, en lugar de brea o alquitrán, le untaban sebo”, escribe Figueroa.
Aquella era la flota mercante de la colonia costarricense, la que realizaba el cabotaje en Centroamérica y Panamá, “conduciendo petacas de carne y lonjas de chancho, azúcar, chancaca, papas, cueros, cachos y otras varias mercancías como ajos, ceboyas [sic] y yerbas medicinales, trayendo en retorno efectos de Castilla”, dice el folio.
Las embarcaciones menores se ocupaban del negocio de perlas y del hilo morado teñido con caracol múrice, “así como de la pesquería”. Figueroa no omite anotar que se practicaba el comercio de esclavos y que las fiebres del valle de Matina diezmaron la raza negra traída por los españoles.
Es decir, la actividad comercial naval era diversificada en extremo. Por esto, no era para extrañar que se incorporase un producto exótico, como el café, con el que se podrían tantear nuevos negocios.
Fin de travesía. Según se lee en el Álbum , el paquebote Costarrica pertenecía al español Antonio Figueroa, padre del ínclito José María, autor del reputado documento. Figueroa ratifica la marinería de Ramírez; escribe que la tripulación de la flota costarricense la componían “algunos capitanes, como el general del año de 23, don Gregorio Ramírez”. El año de 1823 se cita por ser el de la batalla de Ochomogo, en la que destacó el prócer.
Dentro de los principales marineros figuraban Vicente Fábrega, Juan Freses Ñeco, Manuel de la Torre, Pedro Acuña, y otros que hicieron su fortuna con aquellos comercios, como Antonio Pinto.
Los datos consignados en el pequeño parte de aduana ubican la embarcación en plena actividad en el océano Atlántico, cuando presumiblemente fue la primera nave que sacó café de Costa Rica. Sin embargo, según está escrito por José María Figueroa, el paquebote terminó sus días en el Pacífico.
El final de la goleta emblemática acaeció cuando “se rompió en Puntarenas”. Su dueño debió desbaratarla, y el ancla estuvo por mucho tiempo “botada en la playa”, dice en el Álbum . Según la narración, un cañoncito pedrero que iba a bordo, fue regalado a la iglesia de San Nicolás. Allí, en lugar de cañonear en batalla, lanzaba salvas que anunciaban misas y actividades comunales.
El dueño del destruido pailebote “también le regaló a la iglesia una gran cafetera que servía a bordo, que todavía existe de lavatorio para los padres en la sacristía”, agrega Figueroa. Así pues, además de trasladar café, presumimos que los marineros lo tomaban en sus travesías.
Bogar en la historia. Poco más de un mes después de la exportación inicial, sobrevino la segunda. Otro parte de aduanas (ANCR. Complementario Colonial, 3.223), emitido en Puntarenas, resume los víveres que iban en el barco Jesús María , capitaneado por Manuel de la Torre. Bogó el 21 de noviembre hacia Panamá, con carne de vaca, sebo, jabón, garbanzos' ¡y más café!
Al parecer, el producto se cotizaba fuera, pero se sucederían días y viajes hasta que, al clarear la república, la actividad cafetalera dominase el panorama agrario y económico del país.
Es de notar que José María Figueroa Oreamuno fue quien, con su pluma y su trazo, dejó, en su arcana obra, otro testimonio para aproximarse a nuestra historia. Esta vez nos acerca a los pasos primigenios del café en Costa Rica.
En general, José María Figueroa es parco en escribir o dibujar asuntos relacionados con la actividad cafetalera. No obstante, dada la circunstancia de que la primera exportación parece que se realizó en un barco que era propiedad de su padre, José María cuenta detalles poco conocidos sobre el navío honrado con una travesía que resultaría fundacional para la economía de Costa Rica.
EL AUTOR ES ESCRITOR E INVESTIGADOR COSTARRICENSE Y AUTOR DE LA OBRA TEATRAL ‘FIGUEROA: NOTARIO DE LA PATRIA INÉDITA’.